Elogio al Paréntesis
- Iohan Estévez (Acáis Media)

- 8 abr
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 abr
Durante la grabación de este episodio con Joanna Prieto, hubo un concepto que me llamó especialmente la atención: pausa.
Pero no en el sentido de descanso —que también—, sino como una elección consciente: un paréntesis que interrumpe la inercia para observar con más detenimiento.
Antes de entrar al mundo frenético de la producción de audio, hice un pregrado en psicología. Allí me encontré con un concepto que hoy recobra sentido: “epoché”. Desde la fenomenología, esta palabra griega designa la "suspensión del juicio". Es decir, el ejercicio deliberado de poner entre paréntesis lo que creemos saber, para observar con una mirada más limpia. No se trata de relativismo ni de indecisión, sino de postergar la conclusión inmediata para prestar mejor atención. Se trata de dejar a un lado, por lo menos momentáneamente, los filtros del preconcepto.
Durante esta conversación, Liliana, Juan Carlos y Joanna hablaban del desarrollo interior, del impacto de la tecnología, de la aceleración con la que cambian nuestras herramientas sin que necesariamente cambien nuestras formas de pensar. En ese contexto, hacer una pausa no suena a pasividad: es, más bien, una forma de responsabilidad.
Nuestra cultura se ha convertido en un monumento a la productividad compulsiva. Lo hemos normalizado tanto, que detenerse parece casi un lujo. Por eso, lograr hacer una pausa real no es fácil. Vivimos en dinámicas que privilegian el movimiento y la medición constantes, el rendimiento, la respuesta inmediata. Incluso el ocio se ha convertido en un espacio ampliamente colonizado: series, “reels”, pódcast, notificaciones. A veces parecería que el silencio debe ser llenado a toda costa, que quedarse quieto equivale a estar perdiendo una oportunidad.
Es prácticamente una derrota.
Pero detenerse también puede ser una forma de avanzar. No toda pausa es evasión. Hay pausas que sirven para reorganizar, para revisar supuestos, para pensar sin distracciones.
Momentos en los que podemos preguntarnos, honestamente, dónde estamos y hacia dónde queremos ir.
Desde esa óptica, la pausa adquiere un valor ético. Es lo que nos permite no actuar por reflejo. Lo que separa la reacción automática de la decisión consciente. Y si hablamos de transformación, ya sea personal u organizacional, la pausa se vuelve insustituible.
Es ahí donde el desarrollo interior deja de ser una expresión difusa. No se trata de acumular competencias o capacitaciones, sino de revisar los marcos desde los cuales interpretamos la realidad. De afinar nuestra capacidad de juicio, de presencia, de conexión.
En ese mismo espíritu, se puede entender mejor el “ikigai”, un concepto japonés que, traducido con demasiado entusiasmo, ha perdido parte de su sobriedad original. Más allá de los diagramas simplificadores, el “ikigai”, no siempre tiene forma de misión épica o carrera profesional. En su origen, es una actividad pequeña, una relación significativa, una rutina con sentido propio. Algo que no necesita ser extraordinario para ser importante.
Pero para reconocer eso —lo esencial que a veces pasa desapercibido— es necesario detenerse. Salirse del flujo un momento. Escuchar eso que no grita, pero insiste.
Eso es lo que me deja este episodio: una invitación a recuperar el paréntesis como parte legítima de la experiencia. No como pausa ornamental, sino como parte del proceso de pensar-decidir-actuar.
Hacer un paréntesis. Revisar con calma. Y después, sí. Seguir adelante. Tal vez, con un poco más de claridad
O, al menos, con otra disposición.
🎧 Te invitamos a escuchar el episodio completo con Joanna Prieto:





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